Madera Iroko
Su reputado esplendor y dinamismo cromático así como su propia escasez convierten a esta madera en un recurso exclusivo.
Versatilidad y autenticidad estéticas especialmente indicadas para carpintería exterior.
La madera de Iroko es un recurso natural de gran valor por su elevada densidad, dureza, estabilidad y resistencia. Permanece inmutable frente al ataque de hongos, termitas, insectos y putrefacción y ofrece unas propiedades hidrófugas extraordinarias ideales para uso en exterior. Se trata de un material de fácil mecanizado cuya superficie puede lucir acabados ágiles, rotundos y hermosos gracias a su particular y afamado veteado y coloración. De hecho, la riqueza cromática del Iroko es tan singular que cambia en función del grado de humedad y de la exposición a la luz ofreciendo desde sugerentes tonos amarillos pálidos a fascinantes marrones dorados. Todo un alarde de versatilidad óptica a la que se une la flexibilidad funcional y el confort mecánico.
El árbol de Iroko puede alcanzar una altura de hasta 40 metros y su tronco puede medir hasta metro y medio de grosor. Una especie tropical majestuosa que, desafortunadamente, desde 1998 forma parte de la Lista Roja de Especies Amenazadas. Esto significa que, en lo que se refiere a esta especie, todo el procesamiento debe ir acompañado del oportuno certificado medioambiental para verificar que las gestiones han sido realizadas en el marco de la legalidad.
El Iroko se clasifica en dos variedades: la Milicia Excelsa o teca africana, la más común y de calidad algo inferior y la Milicia Regia, cuya madera ofrece mejores propiedades técnicas. No obstante, ambas son igualmente célebres por su resistencia, durabilidad, espectacular veteado y versatilidad funcional que las convierte en alternativas perfectas para una amplísima variedad de proyectos.
Precisamente por la facilidad de mecanizado, pulido y encolado, el Iroko es un tipo de madera más que recomendable para la elaboración de muebles y ebanistería, tallas y esculturas, tornería, chapados decorativos, carpintería interior (suelos, tarimas, molduras, rodapiés…), instrumentos musicales (cuerpo del djembé y láminas de idiófonos como el balafón o la txalaparta) y, por supuesto, para trabajos de carpintería exterior (puertas, ventanas, parques, jardines…). Y es que es, precisamente, en zonas al aire libre donde el Iroko puede lucirse en todo su esplendor gracias a tarimas y suelos técnica y estéticamente irreprochables.