Es uno de los recursos naturales más utilizados a lo largo de la historia. De hecho, con la madera se han creado desde muebles y juguetes hasta viviendas y edificios de todo tipo por lo que podría considerarse una pieza clave de la civilización. Pero su éxito no es fruto de la casualidad sino de una serie de propiedades técnicas que resultan extremadamente útiles en el campo de la construcción. Y que, con la amenaza del cambio climático, se han convertido en una de las grandes soluciones para reducir y paliar los daños causados en el medioambiente.
El atractivo de la madera como material para la construcción de grandes edificios resulta indiscutible: es sostenible, renovable, resistente al fuego, durable, versátil, gran aislante y técnicamente superior frente a otras alternativas convencionales en cuanto que permite ahorrar tiempo y costes en cualquier proceso constructivo. Y, desde el punto de vista de la sostenibilidad, no tiene parangón. No solo porque su producción y transformación requiere menores cantidades de energía y son procesos especialmente rápidos y sencillos, sino porque la madera tiene la extraordinaria capacidad de almacenar carbono en su estructura celular ya sea en el árbol o en el interior del mueble o estructura en que se haya convertido. Es decir, que cualquier elemento construido con madera genera una huella de carbono especialmente reducida. De ahí el creciente interés por edificar con este material. Pero ¿por qué se apuesta por las grandes alturas?
Hasta no hace mucho la construcción de rascacielos de madera parecía una extravagancia fuera de toda lógica arquitectónica. Sin embargo, de algunos años a esta parte, se ha incrementado el empleo de este material en el diseño de edificios de gran altitud. Obras como el Mjøstårnet de Noruega, de casi 86 metros de altura, demuestran que se puede ganar espacio con la elevación de las estructuras, lograr que sean resistentes, durables y, además, y permitir llevar la sostenibilidad a su máxima expresión apostando por los recursos naturales y locales. Obviamente, al excelente comportamiento técnico y cualidades de resistencia y durabilidad de la madera, se añaden unos matices estéticos inigualables que hacen de este tipo de edificaciones toda una fuente de inspiración.
El mundo se rinde a los pies de estas imponentes construcciones y, cada vez son más países los que apuestan por ellas. Y van expandiéndose por todo el planeta: la Oakland Tower de más de 300 metros de altitud de Londres, la residencia de estudiantes Brock Commons con 53 metros de altura en Vancouver, el Ho-Ho de Viena de 24 plantas, el HAUT de Amsterdam con 21 pisos…y, el proyecto quizá más ambicioso, la torre japonesa de 350 metros que una empresa nipona espera terminar para el 2041. En definitiva, crear ciudades ecológicas que se transforman en bosques es el último objetivo de la arquitectura urbana del futuro y, la madera, es la clave para hacerlo realidad.
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